El día que murió Lola Flores este país se paro un momento a recordar. Los informativos de las radios y los telediarios abrieron con la noticia y, al día siguiente, la foto de Lola estaba en la portada de todos los periódicos. Y es que ese día, con Lola Flores, autoproclamada Lola de España, murieron muchas más cosas.
Dolores Flores Ruiz había nacido el 21 de enero de 1923 en Jerez de la Frontera. De sangre gitana, la todavía niña Lola Flores se inició en la que sería su profesión cantando y bailando en las fiestas de su tierra.
Fue al final de la guerra civil cuando Lola se subió por primera vez a un escenario y fue al del Teatro Villamarta de Jerez con el espectáculo “Luces de España”.
Debutó en en el cine con 16 años y fue en “Martingala”, de Fernando Mignoni. Y llegaría a rodar más de una treintena de películas, de las que la última fue “Los invitados” basada en el un suceso real ocurrido en el cortijo de “Los Galindos”.
Otra película destacada en la vida de Lola fue “La niña de la venta”, de 1951, en la que encabezaba el reparto junto a Manolo Caracol, un personaje fundamental en su vida. Lola fue pareja y no sólo artística, de este “pope” del flamenco, casado y quince años mayor que ella, lo que en la España de posguerra dio mucho que hablar. Finalmente la pareja acabó por romperse, no sin antes dar frutos tan sublimes como el espectáculo “Zambra”, con el que recorrieron durante años toda España, de teatro en teatro y de hotel en hotel, sin que nadie se atreviera a pedirles el Libro de familia, o piezas como “La salvaora”.
Fue entonces, a partir de 1953, cuando Lola Flores crea, ya consagrada, su propia compañía de la que forma parte un guitarrista de nombre Antonio y de apodo “Pescailla”.
Con ese guitarrista se casó y fundó una familia que, de alguna manera, llegó a ser como una “familia real bis” que celebraba los cumpleaños y las fiestas navideñas con las revistas del corazón como testigos.
Lola se convirtió, no podía ser de otra manera, en la cabeza de familia, casi una leona, trabajando sin parar y defendiendo con uñas y dientes el futuro artístico de sus hijos. Y vaya si lo consiguió: Lolita, Rosario y, sobre todo, Antonio, cada uno a su manera y con mayor o menor apoyo de la madre Lola, emprendieron sus propias carreras.
Pero llegó la enfermedad, esa que escondemos bajo el eufemismo de cruel enfermedad, y Lola la sufrió en silencio sin dejar de trabajar. Finalmente, el 17 de mayo de 1995 Lola se hizo inmortal.
Quince días después su hijo Antonio, desolado, la siguió.
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